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¡Manos arriba, esto es un atraco!

El otro día fuimos a la manifestación del 29 de marzo con el guaje. Parece ser que hay personas que a esto lo llaman adoctrinamiento o algo similar. Es evidente que este no es un blog sobre política. Y es evidente, al menos para mí, que mi asistencia a dicha manifestación con el guaje no es para adoctrinarlo. ¿Por qué voy a algo así con un mico de casi 2 años? Primero porque no tengo a quien “encasquetarlo” así que se viene conmigo; hablo de “encasquetarlo” porque la realidad es que es un coñazo para él estar sentado en la silla cuando quiere jugar, correr, saltar… pero no me queda otra si quiero luchar no solo por mí sino por su futuro. Y segundo porque no puedo (ni quiero) separar lo que soy como mamá de lo que soy como persona que tiene unos pensamientos, unas convicciones y unos ideales. Nos gustaría educarlo como un ser pensante con sus propias opiniones y decisiones, y no vemos la necesidad de tenerlo dentro de una burbuja que nos haga ser totalmente asépticos con nuestras ideas. Lo contrario me parece insano.

paparracho: ¡esa es mi mamanatas! Cómo no la voy a querer…

¿Por qué todo este rollo? Pues porque volviendo de dicha manifestación, cuando nos estábamos metiendo en la boca del metro bajando las escaleras no mecánicas, mi cuñada+carrito ayudada por un amigo, y yo+silla ayudada por nadie, escucho a alguien que dice en voz bien alta en un tono desagradable y repitiendo varias veces lo mismo, que por qué hacíamos a los niños hacer payasadas (ahora me doy cuenta de que realmente quería que lo escuchara). Yo no pensaba ni de coña que fuera conmigo el tema pero tanto reincidía en el asunto que miré por curiosidad al niño “payaso”. Cuál fue mi sorpresa al descubrir que era el mío. Miro al bocachancla que mira a mi niño payaso, el cual lleva en la mano un cartel que por un lado ponía “No a los recortes” y por el otro “Sin pan ni paz”. Tras unos segundos intentado asimilar la situación, me salta el chip (ya me vais conociendo, pequeña pero matona) y le digo cuatro cosas al tontolculo: que es un maleducado, que no nos falte al respeto, y que “payaso eres tú bastante”. ¿Me arrepiento? Sí, porque esto no es lo que quiero que el guaje vea de mí. Solo por eso.

paparracho: si es que terminas un día metiéndote en un lío. Macarra! Bocachancla, dice…

Hete aquí la pancarta... una payasada, vamos. Nada que reclamar en los tiempos que corren, parece ser.

Y todo este diálogo mientras bajaba sola la escaleras… mujeres multitarea.

Cuando termino de bajar y me junto con mi cuñada y mi amigo, se lo cuento, y allá que se va la cuñada, que los tiene cuadrados (otra pequeñita), a decirle también cuatro cosas. Argumentos del bocachancla: “esto es una huelga política, hay que trabajar más, esto se arregla trabajando…”. Que te dan ganas de decirle: ¿qué me estás llamando, bocachancla-que-te-estás-bebiendo-una-lata-de-cerveza-en-la-calle-con-tus-amigotes-de-cuarenta-y-muchos-como-si-tuvieras-15-años?

Pensándolo a posteriori, porque estas cosas siempre se te ocurren a posteriori, tenía que haberle dicho con mucha tranquilidad e indiferencia, que, por favor, se guardara su opinión que nadie se la había pedido, y que en vez de juzgar lo mejor que hacía era ayudarme a bajar las escaleras con la silla del niño pancartero. Hubiera quedado como una señora y él se hubiera quedado planchado. O no, porque a lo mejor me responde que no ayuda a “vagos y maleantes”. Yo qué sé.

¿Tengo que explicarle yo a este gilipollas que el cartel se lo dio una señora al guaje porque le hizo gracia y que el niño estuvo entretenido un buen rato con él intentando pegar cartelazos a todos los de alrededor? ¿Tengo que explicarle yo a este idiota que no soy una perroflauta que anda tirada por las calles ni una violenta que “provoca” a los policías para que me tiren pelotas de goma, que solo soy una madre normal que quiere lo mejor para su hijo? ¿Tan grave es, realmente, que me manifieste pacíficamente por algo en lo que creo con mi hijo en brazos? ¡Anda y que te den dos duros! Que no te veas nunca indefenso en tus derechos como persona y como trabajador porque a lo mejor cuando quieras protestar de verdad ya no puedes.

Esta era la pancarta buena. !Qué pena no haber comprado El Jueves esa semana!

Ahora parece que está muy de moda en los medios, mencionar que en Alemania está prohibida la huelga política (esto es, hacer una huelga contra una ley o cualquier otro proyecto del ejecutivo). Si ya pretenden quitarnos esto, a qué punto vamos a tener que llegar para que se nos escuche a los ciudadanos. Qué mejor manera de expresar nuestra opinión que pacíficamente. Como siempre, los ejemplos y las comparaciones con otros países europeos son sobre aspectos negativos, pérdidas de derechos, etc. Con las cosas buenas que tienen ellos, que son muchas, nunca hay nada que comparar.

Habrá gente que nos lea que esté completamente en desacuerdo con lo que he escrito. Me encantaría conocer vuestra opinión pero, por favor, educación ante todo. Y que conste, que aquí no estoy hablando de simpatizar con las razones de esta huelga/manifestación ni con tal o cual partido/ideología; estoy hablando de poder expresarnos libremente, de poder explicar a  tus hijos tu visión de la vida sin que te tachen de roja comunista adoctrinadora, de inculcar al guaje una solidaridad global, de inspirarle en su lucha reivindicativa y no conformista, ¿a alguien realmente le parece mal todo esto?

Para terminar diré que la “canción” que más le gustó fue la de ¡Manos arriba, esto es un atraco! Y, por favor, que nadie se piense cosas raras, es un niño de casi 2 años al que le encantan las canciones con algo de mímica, así que, en brazos de su mamá mientras esta bailaba y cantaba y él con sus manitas hacia arriba, lo pasó pipa. Simplemente eso. Ya tendrá tiempo a formarse sus propias opiniones y su ideología, eso sí, con las situaciones y las circunstancias que le rodean.

Pequeños dramas navideños. Hoy: la papada.

«Yo, una vez, estuve bueno». Esta frase, que pronuncié por primera vez después de navidad hace tres años, forma parte ya de mi antología particular de tonterías. Lo comenté con mis compañeros de trabajo que se estaban metiendo conmigo porque había vuelto más gordo de lo habitual de mis vacaciones en Gijón. Cabrones…

En realidad, nunca estuve bueno porque siempre fui un tirillas, pero de guaje y chavalín era algo guapete y tenía mi público, eso sí. De pequeñín era el típico niño que siempre escuchaba cómo decían a mi madre por la calle: «ay, qué nena más guapa tienes» (cómo odiaba eso) y mi novia en la EGB era la más guapa del colegio, para envidia de los niños matones que hacían una pequeña legión en mi barrio en los 80. Luego, en el instituto la cosa fue a mejor: fue una época en la que tuve cierto éxito con las chicas aunque lo que realmente se me daba mejor eran las madres de la época. Y es que por encima de todo era muy educado y buen estudiante. Todas me querían para sus hijas.

mamanatas: Siempre quedará para los anales aquella historia en la  que preparándome una tarta de cumpleaños sorpresa en casa de una amiga conoció a la madre de esta, y cuando paparracho se fue le dijo a mi amiga: <<o mamanatas tuvo mucha suerte o se va a llevar un disgusto>> (pensando en la posibilidad de que fuera gay, jijiji).

Fueron pasando los años y la cosa fue bajando paulatinamente. Empecé a tener alguna novia que me durara más de 3 meses (eran relaciones cortas, pero me entregaba como si fueran las definitivas, no os creáis) y después de un par de parejas de más duración, conocí a mamanatas. Éramos amigos de la misma pandilla y lo fuimos durante tres años hasta que empezamos a salir juntos. Ella dice que no entiende cómo acabó conmigo porque nunca le había gustado y además le caía un poco mal al principio. Miente como una bellaca: bebía los vientos por mí en silencio y se enamoró hasta las trancas y así sigue casi 12 años después.

mamanatas: Sí, en silencio como las hemorroides, no te fastidia (había puesto «no te jode» pero estoy haciendo propósito de enmienda con los tacos, ya sabéis…)

La cosa es que con el tiempo, me ha cambiado el metabolismo, he ido dejando de hacer deporte, siendo el único que hago ahora «levantamiento de niño» y lo practico en el parque, en la cocina, en el salón y cada vez que tengo que recoger al guaje del suelo en uno de sus frecuentísimos castañazos. Lo del metabolismo no es una excusa: gané 5 kilos al año durante 5 años (haced la cuenta) con lo que me convertí en un hombre con ligero sobrepeso. No se puede decir que estoy gordo, pero casi. Y ese «casi» lo supero periódicamente cada año en Navidad. Normalmente estoy en un punto de peso que si pierdo tres kilos me dicen: «cómo adelgazaste» (bueno, mi madre dice: «vuelves a ser el mí paparrachín de siempre») y si gano tres me pasa lo que me pasó esta mañana:

Me acosté siendo un tío normal y cuando me levanté durante la noche al baño me ví de soslayo en el espejo y me asusté. ¡ME HA SALIDO PAPADA! ¿Y ESAS TETAS? Se ve que ayer tenía aproximadamente 2,900 sobre mi peso habitual y la digestión del pitu de caleya hizo el resto.

Así me levanté yo esta mañana

mamanatas: Hombre, yo creo que tu punto no está en más menos 3 sino en más menos 10 pero para mí sigues estando bueno… a no ser que te columpies mucho metiéndote conmigo y entonces diga que tu punto está en más menos 20.

Todos los años me pasa, joder. El año pasado por estas fechas fui a Mareo a ver entrenar al Sporting y me hice una foto con Manolo Preciado. No me había mirado al espejo por la mañana y resultó que aquella noche también me había salido papada. Así quedó registrado para la posteridad, como si fuese mi estado natural. Incluso tuve los santos huevos de tenerla de perfil en el facebook, y es que soy más preciadista que presumido.

Afortunadamente, en unos días volveré a mi estado natural, pero es que… ¿tenía que ser precisamente hoy la aparición de la papada? Mañana conoceré en persona a un referente de la moda infantil 2.0 y me presentaré con pechos, pero lo peor es lo de esta noche: justamente tenemos una cena «revival» con los amigos del instituto, 20 años después. ¿Y qué hago yo ahora? ¿Me presento con jersey de cuello cisne y metiendo panza? Hombre, ¡¡¡es que uno tiene una reputación!!!

mamanatas: Yo no quiero decir nada pero como te pongas un jersey de cuello cisne apretadete lo de las tetas puede ser tremendo: 180-120-90…

Yo, una vez, estuve bueno. Hoy es un lejano recuerdo que solo mamanatas me recuerda cada día al despertarnos juntos y cuando miro al guaje y veo la capacidad que tuve para crear ese bellezón!  🙂

Ateo, pero muy navideño

Esta entrada no va a ser como las anteriores… no contaré anécdotas lamentables en cenas ni cosas supuestamente divertidas. Escribo porque nado perdido en un mar de dudas y quizás entre los que se pasen por este casi neonato blog podrán darme alguna sugerencia.

La historia comienza así: nací en 1975 en una familia no prácticante pero católica. Ya me entendéis: no pisaban la iglesia más que en bodas, bautizos y comuniones, pero tampoco puedo decir que no fueran creyentes. Había que remontarse una generación atrás para encontrar un ateo en mi abuelo Nicolás, aunque teniendo en cuenta lo que le tocó vivir tras 1939, no era algo de lo que hiciera precisamente ostentación.

mamanatas: No es por ser aguafiestas… aparte de la BBC te ha faltado mencionar los funerales… ya sabes, «no somos nadie» y todas esas cosas.

En aquella época, no bautizarse era una auténtica rareza, por lo que siendo un tierno bebé fui bautizado y luego seguí el camino más trillado; catecismo a los 7 y primera comunión a los 8. Aquello debió de impactarme mucho porque tengo un recuerdo vívido de pensar en la camita que si me moría me gustaría que me enterrasen en Jerusalén junto a Jesús. Así era mi ego por aquella época. ¡Angelito!

mamanatas: Esto de hacer un blog bicéfalo me hace descubrir cosas nuevas sobre ti, yo que siempre digo que te conozco como si te hubiera parido…

Por si las moscas (ya sabe usted que yo soy la agnóstica de nuestra familia) le daré un consejo, Woody Allen mediante: «No creo en una vida más allá pero, por si acaso, me he cambiado de ropa interior». Así que ya lo sabes, y no vale con darle la vuelta y lo marrón pa’trás!

Luego comencé a ir a un campamento de verano con una parroquia. Las únicas actividades católicas en los 15 días de verano consistían en dos misas de domingo de 30-40 minutos en las que cantábamos y representábamos algún pasaje bíblico. Estuve yendo allí desde los 8 hasta los 22 como acampado y monitor. Pasé muchos de los mejores veranos de mi vida e hice grandes amigos. Amigos con los que, para mantener el contacto durante el año, iba a post-comunión, preparación a la confirmación y confirmación. Incluso llegué a ser catequista 3 ó 4 años.

mamanatas: Qué me vas a contar a mí: colegio de monjas, comunión, campamentos de las Juventudes Marianas Vicencianas… y lo bien qué me lo pasaba (a pesar de que el mío sí que era más religioso). De todas formas nada de confirmación y de catequista duré dos telediarios porque ya veía yo que yo no… Abandoné antes que tú.

Reconozco con cierta vergüenza que en aquellos momentos de catequista y confirmación, ya era bastante escéptico con el asunto religioso, por lo que podría decir que esta fue una de las escasas ocasiones en que el pragmatismo pesó más que la coherencia en mi vida. Con el paso de los años, el escepticismo se volvió agnosticismo y, éste, en ateísmo. Finalmente, decidí apostatar (cosa milagrosamente posible en el arzobispado asturiano al menos hasta hace unos años) y ahora puedo decir que nada me une a la religión católica de manera formal.

mamanatas: El milenarismo va a llegaaarl!! (con tanto «ismo» no he podido evitarlo). Jajajaj, me parto yo sola!

¿Nada me une al catolicismo? No en creencias, pero las tradiciones católicas están fuertemente enraizadas en la sociedad y, francamente, la navidad me apasiona. En mi familia siempre hemos sido muy navideños. Es un drama si no conseguimos juntarnos en navidad, nos enviamos postales, nos encantan las luces, los villancicos y, sobre todo, somos fans enfermos de los reyes magos. Yo me enteré de la historia con 6 años, yendo a 1º de EGB, cuando me lo dijo un compañero de colegio un año mayor. ¡Qué puñalada en el corazón! Recuerdo con odio la cara de ese niño todavía, lo juro. Mi madre siempre me cuenta que llegué a casa y les dije:

– Mamá, papá, os voy a preguntar una cosa, pero no quiero que me mintáis. Por favor, decidme la verdad: ¿los reyes sois vosotros?

Mi madre encontró mi planteamiento tan maduro que hizo de tripas corazón y, al borde de la lágrima, confesó. Estaban tristes porque pensaban que era muy pequeño para perder la ilusión, pero no fue así. Mi hermana acababa de nacer y yo sentí la necesidad de colaborar con ello, así que empecé a ayudar a mis papis con la peque, seguí yendo a cabalgatas, empecé a poner yo reyes no monetarios y empezó una espiral que nos lleva a donde estamos ahora.

Los días previos a Reyes nos pinchamos unos a otros con el «qué te traerán los reyes?», «te habrás portado bien?», etc. Vamos a la cabalgata el 5 y la noche de reyes estamos todos en casa y nos peleamos por ver quién es el último que lleva sus regalos al salón. Solo el primero lo hace con luz; el resto, entramos a oscuras para no ver nada de lo que podemos tener nosotros. Nos vamos a la cama nerviosos y, cuando despierta el primero, va despertando a los demás para ver qué ha pasado durante la noche. A veces, ha sido a las 6 de la mañana!!! Imaginaos, dos apóstatas como mi hermana y yo viviendo esto como si tuviéramos 4 años.

mamanatas: Sí, y aunque yo vengo de una familia a la que también le gusta la navidad, me ha superado el tema y ya estoy abducida del todo por paparracho’s family.

Pues así de kafkianas son nuestras navidades y así de intensas e ilusionantes me gustaría que fueran para el guaje, tanto en su infancia como durante el resto de su vida. Sin embargo, las cosas son muy distintas para él y para mí. Los conceptos religiosos estaban presentes en mi infancia de una manera clara aún no siendo practicante mi familia, pero nosotros no tenemos ninguna intención de formar religiosamente al niño. ¿Cómo explicarle  quiénes son los reyes magos? ¿Y Jesús o la Virgen María? ¿Por qué se llama «portal de belén»? La iconografía está presente en la cabalgata, en la iluminación navideña… en todas partes. Tengo miedo de que si quito lo sobrenatural de esta historia pierda parte del interés que despierta lo mágico en los niños. El año pasado solo tenía 8 meses y este aún será pequeño para plantear dudas, pero este momento llegará y no sé muy bien cómo afrontarlo.

A ver si hay suerte y alguien nos da un buen consejín para aprender a convivir con nuestra incoherencia navideña. Mientras tanto, aprovecho para desearos que paséis unos días estupendos con vuestra familia y amigos, lo mejor para el 2012 y que os traigan mucho los reyes! Os dejo con una foto familiar para felicitar estas fiestas. Yo quería ponerla en el blog y mamanatas no me dejaba, así que he optado por una solución intermedia!

¡Feliz navidad a todos!
mamanatas:  Dios! (si se me permite), se puede dar la apariencia de ser más frikis que nosotros?! (de verdad, que luego  somos bastante normales, joer)

Comidas de navidad de empresa. Hoy: Caída y ascensión de Paparracho

 

Día de autos: 30 de noviembre (la navidad a la empresa llega cada vez antes)
Lugar del evento:
a) restaurante catalán en Madrid. Con dos cojones
b) karaoke próximo. Un infalible en las comidas de empresa.

Llegamos varios compañeros al restaurante con un hambre de justicia. No en vano, sabíamos que el menú reservado costaba 42 euros y, siendo uno de naturaleza rácana, la intención era amortizar la inversión. Craso error. El menú consistía en:

1) pincheo variado común que incluía un platito de calamares fritos escasos y por debajo del nivel «plaza mayor», surtidito de embutido catalán (que mis amigos catalanes me perdonen pero la butifarra en fiambre me sabe a mortadela barata, el fuet con Tarradellas llegó a su máxima expresión y esa otra cosa que parece medio morcilla medio chorizo solo está preparado para paladares locales), caracoles gratinados con alioli (sí, caracoles, que se comen, amigos!!) y ese plato exótico «masiero» que son los calçots: una especie de cebolleta a medio criar con pinta de puerro que se churrusca al fuego sobre una teja hasta que queda negro y luego te comes en plan «garganta profunda» lo de dentro mojado en una salsa que es lo que realmente está bueno. Sincerémonos: lo mejor de los calçots es que te disfrazan con un babero de plástico que te llega a las rodillas y que nos deja a todos una pinta muy ridícula. Algo así:

Guiris comiendo calçots con unos baberos ridículamente pequeños. Deberíais haber visto el mío

2) Varios platos de carne o pescado a elegir. Yo opté por una muy digna carrillera ibérica. Nada que objetar

3) Un trozo pequeño de tarta de chocolate, nivel «caprabo».

4) Café y copita de cava.

Todo ello, como habréis podido comprobar, muy «para todos los públicos»: ¿quién no ha disfrutado alguna vez de unos exquisitos caracoles o calçots? En resumen: Más hambre que el tamagotchi de un sordo y 44 pavos menos en la cartera (el IVA, compañeros!).

Allá por el postre llegó el momento de la caída. Soy experto en cagadas de este tipo, pero ayer me llevé la palma. La jefa suprema cumplía años justamente en la fecha que ella misma había elegido para la cena de navidad, y nosotros, que somos unos empleados majísimos, le habíamos comprado unos regalinos. Se los dimos y se desbordó la emoción. Yo no daba crédito, literalmente dijo, casi entre lágrimas: «Me encanta el boli y también estos cuadernillos. Moraditos, qué ricos. No me podíais haber regalado nada mejor». ¿CÓMO? Y continuó: «Os quiero dar las gracias porque sois un equipo fenomenal […..] y para mí hoy estar con vosotros celebrando esto y mi cumpleaños, que coincide con el de mi madre, es muy emocionante». Hipos, suspiros y lágrimas incipientes. Los pelos como escarpias.

Tal era su satisfacción que decidió recorrer la mesa dándonos besos y algunas palabras directamente y cuando llegó a mí le dije: «¿Y el cumpleaños de tu madre es justamente el mismo día que el tuyo?» Contestó afirmativamente, sonreí diligentemente mientras comentaba la casualidad y rematé: «Por cierto, ¿y cómo está tu madre?» Me miró atónita y dijo: «paparracho, falleció hace un año».

Vergogna!

Tierra trágame. ¡Lo peor es que lo sabía, había ido hasta al tanatorio y se me había olvidado! Uno de los momentos más embarazosos de mi vida. Tal debió ser mi cara empapada en sudor frío que casi tuvo ella que consolarme a mí… record de falta de inteligencia emocional masculina. Debí ser la única persona de los 40 que allí estábamos que no se dio cuenta de que la razón de la emoción no era el moradito de los cuadernillos!!!!

mamanatas: todavía recuerdo cuando en la feria del libro le soltaste a Carmen Alborch (que me estaba firmando el libro de «Malas») que si estaba la mitad de bien que «Solas» te encantaría (por supuesto, el libro sin haberlo leído y tú pensando que era en el que se basaba la peli del mismo nombre, que nada que ver…). [No lo puedo sacar de casa]

Bueno, después de este momento de crueldad gratuita por parte de mi señora, prosigo: la cosa continuó en el karaoke, cuando por fin comenzaba a ser yo mismo (acabar un gintonic tras la copa de cava en 3:47 minutos ayudó un poquito). Los que me conocen saben que tengo una pésima voz pero una magnífica afinación y sentido del ritmo. Por no hablar de una excelsa actitud que hacen que me crezca en los karaokes. Fui remontando, fui remontando… y triunfé. Mi jefa abrazada a mí cantando el «solo pienso en ti», «cartas amarillas»… una celebridad, vamos! Tal es así que unas chicas que acaban de incorporarse al departamento y con quienes no había hablado nunca me dieron un poco de conversación. Así me enteré de que las susodichas tenían 23 y 24 años. Llegamos a un punto de conversación donde me dijeron:

– ¿Tú eres interno o subcontratado (como nosotras)?
– No, yo soy interno. Llevo aquí ya 8 años- dije yo.
– ¿8 años? No puede ser, si yo pensaba que tenías 28 ó 29- dijo una
– ¿No?, pues andará por los 32 o así – terminó la otra.

Angelitas… Henchido como un pavo, les dije que estaba a 4 meses de los 37 y me sentí muy contento con su mentira piadosa, pero sobre todo, me sentí muy viejo pensando que cuando estas nacieron ya iba yo al instituto. Lamentable.

mamanatas: casi 37, joé, qué mayor y yo sin darme cuenta. Ya sé que dirás que es «momento celos» pero no! Ay, alma cándida… no ves que son subcontratadas… lo que hacen los gintonics (que, por cierto, tú siempre dijiste que eran de puretas) y dos zorritas angelitas jóvenes…

(Un encanto las chicas… esta mañana las tuve que invitar a un Nespresso, claro). En fin, que vi la hora que era y tanteé el percal llamando a mamanatas para decirle que iba un poco justo para llegar a acostar al guaje (mal padre). Su respuesta no sonó mal, así que me tomé un tercer gintonic y volví raudo a MI escenario con mi jefa.

Al final llegué a casa lo suficientemente pronto para acompañar a mamanatas en su cena y lo suficientemente tarde para no pillar al guaje despierto. Un par de horas más tarde, él se despertaría de una pequeña pesadilla y no querría mirarme ni a la cara. Ni chupete, ni agua, ni brazos, ni nada. Lloraba desolado y me daba manotazos. Entró su madre, y se calló al instante. Fue su terrible venganza.

Menos mal que esta mañana ya me había perdonado!!!!

mamanatas: ¡no como yo! «Su respuesta no sonó mal…» [Qué rabia me da que no pille mis indirectas…]

Si es que no habláis claro, joder! 😛