Yo antes tenía un blog
¿Os acordais cuando tenía un blog que se llamaba paparracho y mamanatas y unas veces escribía yo y otras mamanatas y otras entre los dos? Ay, qué tiempos aquellos… cómo lo disfrutaba.
¿Y por qué ahora aparecemos menos por aquí que Rouco Varela en las manifestaciones contra los recortes? Vosotros, sufridos y pacientes lectores, os merecéis una explicación: mamanatas acabó su baja maternal y encontró un trabajo. Sí, amigos míos, en esta época en la que es más difícil encontrar un trabajo que conocer un adolescente sin smartphone, esta mujer mía ha conseguido uno… y de los buenos.
Y vosotros os preguntaréis… ¿y qué más da que mamanatas tenga trabajo? estará más liada, pero total, el blog prácticamente lo llevabas tú (qué bien nos conocéis ya)… pero todo tiene su razón de ser y yo os lo voy a contar:
Ay, el día en que recibimos la noticia… alborozo, bailes, abrazos y algún que otro GT. Todo era fantástico. No pensábamos en los daños colaterales. Daños que, básica y prácticamente, han recaído en mí. Yo tenía mi vida muy bien organizada durante esta baja maternal. Mamanatas se recuperó magníficamente del parto del neñu y se encargaba de la mayoría de las cosas de la casa. Yo seguía siendo el dueño y señor de la cocina, pero la verdad es que me sobraba tiempo para todo.
Al empezar a trabajar ella, me encontré con la dura realidad: resulta que entra a las 8, yo a las 9… y tenemos dos niños. Ahora su tarea matinal consiste en dejarme elegidas las ropas de los niños y la merienda del mayor. Luego se va, mientras yo entro en la ducha (7:00). A partir de ahí empieza mi pesadilla diaria: salgo, me visto y desayuno en plan express (7:25) y tengo que levantar al mayor, prepararle el desayuno, no despistarme para que lo acabe a tiempo, vestirlo, peinarlo… ay, pero es que también hay un pequeño. Y ese se despierta cuando quiere, puede que con hambre (15 minutos más) o sin ella, pero también hay que vestirlo y peinarlo y no quitarle el ojo de encima, que son seis meses y ya tiene suficiente movilidad para darte un susto.
Añadamos a la preparación de los infantes dejar las camas hechas y la cocina recogida porque, claro, como ahora viene una chica a estar con ellos un par de horillas al salir del cole, no puedo dejarlo todo hecho unos zorros… así que, cuando los dos están listos y nos ponemos a salir de casa (8:10-8:20)… ¿ya ha pasado lo peor? ¡NO! empieza lo más tenso. Vamos juntos al coche, aparco el carrito, subo al mayor, subo al pequeño, cinturones de seguridad (¡para viajar seguros!), guardo el carrito y a la aventura matinal: dejo al guaje en su cole (al lado de casa, aquí no hay problema), voy al cole del neñu (a 10/20 minutos, dependiendo del tráfico), saco el carrito, subo al peque, lo llevo con su profe, pliego el carro y lo dejo en el “parking” para que lo puedan recoger, corro al coche (que está en doble fila), conduzco hasta mi casa (10/15 minutos), busco sitio para aparcar y aparco, voy al garaje a coger la moto y me voy al trabajo. Una vez conseguí ser puntual. La mayoría llego 5/10 minutos tarde.
mamanatas: oye, no sé cómo se las arregla para ser siempre el más sufridor de esta casa y el marido explotado que se va él mismo proclamando a los cuatro vientos… no va y me dice el otro día que por la mañana tiene muchas tareas y como ejemplo, con un par, me pone «traer el peine y la colonia del guaje (al salón porque lo peina mientras ve dibus)». Y lo de las tareas de casa es como cuando nos vamos de vacaciones: no falla, mientras yo preparo tres maletas de un adulto y dos niños él se queja porque tiene que actualizar los radares en el navegador, amos amos…

Algo así soy yo por las mañanas, sólo que yo tengo dos niños y soy mucho más guapo. El teléfono no es del trabajo; estoy llamando a mamanatas para que me diga dónde puso la agenda de la guarde.
Nunca pensé que coger la moto para ir a trabajar iba a generarme sensaciones de relax, alivio y paz interior, pero ese momento en mi vida ha llegado. Tengo claro que si alguna vez sufro un infarto, va a ser entre las 7:30 y las 9 de la mañana. Y lo de la tarde/noche no es mucho mejor. Unos minutos de juegos y besos, y unas rutinas diarias que hasta las 10 de la noche, en el mejor de los casos, no se acaban. Cuando enganchamos el sofá, quedamos sopinstant, como decimos nosotros.
Con este plan de vida… ¡cuándo voy a tener tiempo para escribir! (y todavía me viene de vez en cuando alguna amiga runner de estas diciendo que tengo que sacar tiempo para correr, ¡válgame el señor!).

¡Válgame el señor! Los chunguitos en Tu cara me suena, una de las pocas cosas que he podido ver en la tele últimamente, ya que mamanatas no aguanta más de 10 minutos de cualquier serie y no estoy autorizado a ver nada molón sin ella. A esto hemos llegado.
mamanatas: ¡válgame el señor, lo que miente el condenao! Lo ve porque le mola y punto. Pero esto que quede entre nosotros porque cualquiera lo suelta delante de su amigo Carlos el cultureta de la religión bobdylaniana, ¡me mata!
Y bueno, dejando los chascarrillos a un lado, aprovecho este post de descarga personal para felicitar a mamanatas por su logro (tú, amor mío, que te lo mereces todo) y a las tías Noe y Rebe por su apoyo porque sin ellas seguramente no habría sido posible. Nos está costando un poco organizarnos, pero cada día es un poco más fácil que el anterior y estamos muy felices.
Me gustaría terminar parafraseando al difunto Suárez, elevado a los altares de la santísima transición sin mácula en estos días, diciendo aquello de “Puedo prometer y prometo” que no tardaré tanto en volver a escribir. O también a su majestad, con el “lo siento mucho, no volverá a ocurrir”… pero no me atrevo a prometer nada. De momento, la pelota está en el tejado de mi partenaire. ¡Que invente ella!