De mayor quiero ser…
Conversando con el guaje mientras cenábamos el jueves, nos cuenta que había tenido una actuación de magia en el cole, que el mago se llamaba Javi y que le había gustado mucho. Estaba muy entusiasmado contando cómo se había tragado una pelota y luego se la había sacado del bolsillo. Alarmas “ON”, explicando con la gota de sudor bajando por la frente que no se la tragaba de verdad, que era un truco, paparracho sacando sus mejores artes de mago paquetón para hacerle ver que no tenía ni que plantearse tragar una pelota. Joer, ¡qué dura la paternidad!
Apenas unos segundos después, el guaje se pone en plan interesante y nos pregunta: «mamá, papá, ¿sabéis qué quiero ser de mayor?».
Nos miramos entre nosotros pensando si iba a optar por un ilusionista en plan David Copperfield con una Schiffer a su lado o en un futuro Tamariz, en este caso, guapérrimo, por supuesto. Y nos dice, todo resuelto para mayor desencaje de nuestra mandíbula: «de mayor quiero ser basurero». Historia verídica, palabrita del niño Jesús.

No sé si habéis visto a Tamariz en acción alguna vez, pero si no es así, os aseguramos que tras su pinta estrafalaria, este septuagenario es el mayor genio de la magia que este país haya parido.
Al unísono (cosa frecuente en nosotros), nos salió del alma responderle que ahora estaba un poco mal la cosa para dedicarse a esto. Pero es que los basureros van en camión y en uno con luces que hace mucho ruido. El efecto de atracción para un niño es invencible.
De esta conversación hace cuatro días cuando todavía pintaba todo fatal. El servicio de limpieza y recogida de basuras llevaba meses empeorando día tras día (las privatizaciones, que no son siempre tan maravillosas como las pintan), pero ya sabéis, como dijo Ana Botella, no era que estuviese la ciudad sucia, sino que los madrileños se habían acostumbrado a estándares de limpieza demasiado altos. Con dos cojones y un palito. Y, como puntilla para los trabajadores, de repente las empresas concesionarias plantean un ERE que llevaría a la calle a más de 1100 personas y rebajas salariales de hasta el 40% para el resto de la plantilla.
Obviamente, se convocó una huelga que hizo que, si ya estaba sucio Madrid, reventara entre la mierda directamente. Más de una semana sin recoger la basura, y esparciéndola directamente o incluso quemando contenedores de forma aislada. El caos.

Así estaba Madrid en estos días. Sí, un asco. Pero os vamos a contar un secreto: las huelgas que no molestan, no funcionan. Algo que nuestros padres tenían muy claro pero que, tristemente, se ha ido olvidando.
Cuando la pizpireta alcaldesa respondió a las preguntas de la prensa, comentó que no era un problema del ayuntamiento, que el servicio estaba externalizado y que el problema era solo de la empresa concesionaria y su plantilla. Superándose día a día, como si no pagásemos nosotros ese servicio externalizado con la tasa que su predecesor en el cargo se inventó hace unos pocos años.
Fue tal la metedura de pata que al día siguiente se la envainaba y ponía un ultimátum a la empresa concesionaria. O se cumplían los servicios mínimos y se acababa la huelga en 48 horas o contrataría a otra empresa para hacerlo.
¿Y cuál fue la empresa? ¿De quién se acordaron en aquel momento? Pues de TRAGSA, una empresa pública. Sí, de esas que son tan ineficientes, parece ser, pero de las que ahora que truena toca acordarse, como de Santa Bárbara. La dirección de TRAGSA rápidamente se puso al servicio de la alcaldesa, cómo no, pero no contaban con la indignación de sus trabajadores, con un ERE en ciernes que afectaba al 43% de la plantilla y quienes comentaron que sería la dirección quien limpiase, porque ellos no iban a hacerlo. Sólo estaban obligados legalmente en caso de emergencia sanitaria, hecho que Botella negaba de manera continuada.
Optó TRAGSA por pedir “voluntarios” para limpiar Madrid y hete aquí que toda la plantilla de Madrid, Valladolid, Guadalajara y Valencia se negaron en rotundo. Apenas un pequeño grupo de “voluntarios” de Segovia (más otros pobres parias explotados contratados de urgencia por ETTs) decidieron colaborar en las tareas de limpieza pero fueron demasiado pocos para que, esta vez, los que mandan se salieran de rositas. Ese grupo mixto de esquiroles más precarios, que pudieron poner en riesgo al colectivo de trabajadores en su negociación, disfrutarán para la posteridad de fotos sonrientes al lado de Ana Botella. Que lo disfruten, de eso y de lo que sus compañeros huelguistas han conseguido para ellos.

Los “altos” niveles de limpieza, el coche oficial para ir a la pelu, las subidas del IBI, marcharte de SPA en Estoril el día que murieron las niñas del Madrid Arena, el relaxing cup of café con leche… no hace falta que sigas esforzándote. Pasarás a la historia como la peor alcaldesa de la historia de Madrid. Quizás de cualquier capital europea. Algo normal, teniendo en cuenta que tu mayor mérito es haberte casado con Aznar. Bueno, ahí hay que reconocerte el esfuerzo estoico.
Porque sí, la unión de los trabajadores en su posición reivindicativa, por encima de la empresa para la que trabajaban o el territorio al que estaban asignados, ha hecho que la negociación fuese realmente entre iguales, algo que casi nunca podemos ya ver. En este mundo del siglo XXI es mucho más cómodo firmar peticiones de change.org y esperar sentados para ver si las cosas cambian mientras se ríen en nuestra cara.
Hoy podemos alegrarnos por estos trabajadores que limpian toda nuestra mierda (toda la que se puede limpiar, claro, porque de malos políticos y peores gestores no nos libra nadie) y que con su lucha han conseguido mantener sus salarios y, lo más importante, sus puestos de trabajo. TODOS los puestos de trabajo. Cada trabajador va a renunciar a 45 días de empleo y sueldo al año hasta 2016, que no es moco de pavo, pero perdiendo todos algo de forma solidaria (y ganando algo menos la empresa) han evitado 1.134 dramas más en este país.
Los poderosos llevan tiempo haciéndonos creer que lemas como “la unión hace la fuerza” son de otro tiempo, que huelen a alcanfor, pero “los basureros” de esta ciudad nos han dado una lección muy importante en estos tiempos que corren: estando todos juntos, ¡SÍ SE PUEDE!
¡Enhorabuena a todos ellos y a sus familias!
Alegato familiar
O también llamado «¡ale!, gato familiar». Y es que, con este pésimo juego de palabras, perdón, me enfrento al mayor reto con(tra) paparracho.
Para nosotros, como unidad familiar, no fue un reto la elección del momento para el primer hijo, ni tampoco la del segundo ni sus nombres. Ni la casa que malcompramos ni el cambio de coche. Ni el cole de los niños ni el tipo de educación que queremos darles. Afortunadamente, hemos estado más o menos de acuerdo en los grandes asuntos familiares. Pero, ohmygod, si algo ha dividido seriamente este matrimonio han sido los pelos… y, por aclarar, no los míos.
Por un lado, está el asunto de la barba de paparracho. En este tema he salido perdiendo de todas todas. A pesar de haber ganado una batalla después de los escraches, en realidad, se la deja y se la quita cuando le sale del hoyuelo. En las últimas semanas se la había vuelto a dejar y se la ha quitado recientemente no por mi persona sino por el nuevo miembro de la familia, ya que no podía achuchar en condiciones al neñu: vamos de modernos pero tanto como para hacerle escarificaciones al pequeñín con el pelamen pinchante barbil del papi como que no.
paparracho: si es que soy un padrazo… ¡renunciar a ese plus de atractivo por achuchar al bebé! 😉
Y luego está, el tema felino. Anda que no llevo yo bregao para tener un compañero gatuno. Al principio de nuestra convivencia no hubo planteamiento posible ya que Tango, el perro de paparracho, aunque no vivía con nosotros ni en la misma ciudad venía a visitarnos varias veces al año y no era plan juntar a un perro y a un gato en la misma casa si no conviven de manera habitual. Acepté esta situación bien: me daba rabia prescindir durante todo el año de lo que yo quería por unas visitas de unos días pero no podía ser de otra manera mientras Tango nos acompañara. Además yo también quería mucho a este perro tan especial para todos. Tengo que añadir que Tango era muy particular; yo le decía a paparracho que era un perro-gato porque no era el típico perro que estaba todo el día encima de ti; le gustaban los mimos pero casi casi solo cuando él los pedía; muchas veces estábamos todos juntos en el mismo espacio y él se iba a su bola a otra habitación; así que yo le tomaba el pelo a paparracho cuando la razón del no-gato era que no le gustaban: “¡pero si tienes un perro-gato!”.
paparracho: ni perro-gato ni leches en vinagre. A ver si crees que me vas a en-gatu-sar con algo tan endeble. Perro-gato… el mejor perro del mundo es lo que era Tango. Con su personalidad y su criterio, como ser inteligente que era el pobre.
Siempre he convivido con animales. Me gustan los perros. Y, sí, puede que sea… rara no, especial quizás: soy de esas personas a las que también les gustan los gatos (que conste que los gatófilos somos más de los que yo pensaba). Desde que me emancipé no he tenido ningún animal a mi cargo y, la verdad, es que se me hace muy raro. Cuando a veces paso de casualidad por delante de la sección de animales en el supermercado no me cuadra que no tenga que llevarme nada, no sé, puede ser una tontería pero a veces siento un vacío en este aspecto. Tal es así que, tiempo antes de tener al guaje, le pedí a paparracho “permiso” para tener un hamster (sí, vale, es un poco infantil pero era lo que veía más viable de conseguir) a lo que se negó rotundamente y adujo que lo que necesitaba era un hijo, que mi reloj ya estaba llamando a la puerta; tuvimos un buen disgusto y el tema se quedó ahí.
paparracho: Supongo que esto es una licencia poética… hamster? reloj que marca que se pasa el arroz? disgusto? No hagáis caso. Es la edad, que no perdona…
Pasaron varios años en los que nació el guaje, Tango nos dejó… todo muy del ciclo de la vida. Y ahora me encuentro con un bebé de menos de 2 meses y volviendo a la carga con este pedazo de rollo que me he marcado. Por varias razones:
- porque me gustan los animales, y, en concreto, los gatos; no los veo como un segundo plato de los perros, en plan: es más cómodo, menos sacrificado, no tienes que sacarlos, pueden quedarse unos días solos en casa, que todo esto es verdad, pero no voy por ahí; me gustan los gatos porque sí, porque me gustan de verdad, me gustan sus movimientos, su planta, su carácter, su ronroneo, su sonido, me gustan y punto
paparracho: y a mí me gustan los Ferraris y Scarlett Johansson, pero no se puede tener todo en la vida. Mírame a mí, qué bien lo llevo asumiendo mi renuncia VOLUNTARIA a ambas cosas.
- porque todos los estudios indican que convivir con animales, sobre todo, perros y gatos, es buenísimo a muchos niveles: emocional, sensorial, físico (ayuda a evitar alergias, a no ser que tengas alergia a los gatos, jejeje)
paparracho: y también todos los estudios dicen que los gatos tienen uñas y que las uñas arañan y que los sofás, las cortinas y las sonrosadas mejillas de los bebés corren peligro. Mi responsabilidad como padrazo me impide asumir estos riesgos, entiéndelo.
- porque me gustaría que mis hijos crecieran con animales, que los amen, que jueguen con ellos, que los cuiden, que se responsabilicen, y por qué no, que sufran cuando estén malitos o cuando falten
paparracho: Ibas bien con este argumento, ibas bien. Pero lo de sufrir cuando falten no termino de verlo. Hace casi año y medio que no está Tango y mira a mi familia, que aún estamos recogiendo pedacitos nuestros por ahí. Claro, que en realidad seguramente la pérdida de un animal tan independiente y pasota como los mininos se llevará mejor, supongo.
- porque paparracho me lo debe, después de darme falsas esperanzas desde hace unos cuantos años
paparracho: Yo nunca te dije nada de que tendríamos un gato cuando no estuviera Tango. Te dije que no mientras estuviera él. Si A entonces No B, ni implica que Si No A, entonces B. Es de primero de Lógica, así que… lamento el malentendido, pero no.
- porque aquella vez no era la llamada de mi reloj biológico, aquella vez era un último cartucho, una remota posibilidad, una puerta abierta para un futuro #lindogatito
paparracho: para, para, que me vas a hacer llorar… a ver cómo te lo explico. Tienes tantas posibilidades como de que un gran trasatlántico choque contra un iceberg y se vaya al fondo del mar. Y dirás, pues no es tan complicado, ya le pasó al Titanic. Pues eso, si ya pasó una vez, ¡imagínate lo difícil que es que vuelva a ocurrir!
Así que ahora me encuentro elevando la voz desde nuestro pequeño altavoz para decirte a ti, paparracho, que esta es mi carta a los reyes magos. Y que si el tema cuaja aquí van una serie de apuntes para los reyes:
1) Tiene que ser adoptado, sí o sí
2) Preferiría que fuera menor de 3 meses aprox. Me quedo más tranquila, por mis dos retoños, que el nuevo miembro crezca con nosotros y nos habituemos todos a todos. Además creo que para los niños es mucho más interesante ver la evolución a través de fotos y vídeos de su nuevo “hermanito”
3) Me inclino por gatA. Por favor, no necesito otro par de huevos más en esta casa 😉
Por último, gentes de bien, gentes especiales a las que os gustan los gatos, dad un paso al frente con la cabeza bien alta y decid: «soy fulanita y me gustan los gatos». Y podéis añadir: «paparracho, mamanatas se merece una gata». El resto que no sea gente de bien ni gatuna y me venga a boicotear solo les avisaré con esta imagen:
P.D.- Si alguien quiere colaborar con esta causa ya habéis visto que tenemos hasta hashtag: #lindogatito
Actualizo después de leer uno de los comentarios para recomendar la lectura de este buen post progatos: http://lasmamasde.conpequesenzgz.com/2013/06/gatos-ninos-y-embarazo/